LIMBO

El universo definido por el espacio dentro de la semiesfera formada por un línea horizontal de corte transversal a la altura de los ojos de una persona y el arco que forma la cabeza respecto de la misma, junto al rectángulo que se forma si trazamos una raya vertical sobre su perfil en el punto más elevado, con su altura dada por el radio de la semiesfera, donde la base del mismo es la trayectoria desde esa línea hasta la paralela que dibujan las hojas del libro. Este es el lugar donde lo tangible (nuestra mente) y lo intangible (un relato) conviven en un espacio sin reglas, donde solo el lector puede dictaminar lo que es real de lo que no y lo que está vivo de lo que está muerto. Allí es donde se hacen realidad las historias, cobran vida las palabras y donde se libran las verdaderas batallas literarias.Que comience el viaje hacia el limbo...

jueves, 6 de marzo de 2014

LAS IDEAS SON COMO LA HIERBA

 -Siempre recordé, casi como si hubiera ocurrido ayer, una de las enseñanzas más importantes que me fueron impartidas durante mi vida -dijo el Comandante tomando por sorpresa a Don Antonio, quien miraba desde el balcón de la Casa Rosada como el viento azotaba la copa de los árboles en la Plaza de Mayo -. ¿Sabés cuál es?
 -Mmmm...sospecho que no señor, podría pasar días contando las enseñanzas que me impartió durante los años -expresó con una mezcla de confusión e indiferencia.
El Comandante, sabio como pocos, había sido más que un profesor para él, casi un padre. Por ende, no podía evitar sentir sus lecciones como los interminables y exhaustivos sermones que solían darle sus padres durante su juventud.
 -La resistencia de los materiales -dijo de manera seca escudriñando el horizonte de la gran ciudad-. La resistencia de un elemento, depende de la capacidad para resistir las fuerzas que se le apliquen - expresó buscando la atención de Don Antonio-. Todos los materiales pueden deformarse y moldearse, pero mientras más fuerza se le ejerce más se deterioran. Esto es tan cierto para la física, como para la gente. La voluntad del pueblo puede forjarse aun más que el material más resistente que exista sobre el planeta, pero existe un limite. El que le da forma a la masa debe tener esto en cuenta. La gran diferencia es que si uno ejerce de manera exitosa su poder, obtendrá cada vez elementos más fáciles de moldear y más resistentes a los embates de las medidas tomadas.
Su formación era vasta, no solo en el campo de la ingeniería, sino también en la abogacía y poseía conocimientos de casi todos los campos dadas las extensas horas a las que dedicaba su vida a la lectura. Era un hombre inteligente, experimentado y sobre todo muy bien formado. Eso le daba, de forma casi innegable, un aura de engrandecimiento que se observaba en la forma de llevar su liderazgo con tanta elegancia y la admiración que generaba. A Don Antonio eso le molestaba levemente, siendo el aprendiz sabía que nunca llegaría a poseer tales dotes.
Su desempeño como Prefecto General había sido como mínimo, destacado. La investidura generaba un respeto indiscutible. La escuela naval le había otorgado el nivel de acatamiento que no le hubiera dado ningún título de nobleza o cualquier demostración de inteligencia. Los intelectuales no eran lo suficientemente respetados como para llevar a cabo acciones que requerirían el sacrificio del pueblo, y él, más que nadie, lo sabía.
Durante los años de la hiperinflación la democracia había sido minada de tal manera por los embates de las crisis económicas que la gente estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de evadir la pobreza y el hambre. Los más necesitados y las nuevas camadas de gente que quedaba marginada de la sociedad, junto a las generaciones que apenas habían conocido un sistema democrático eran un caldo de cultivo para un hombre dispuesto a tomar el poder. Así fue de cierto, que resultó relativamente fácil para el Comandante ascender hacia la presidencia. Él era el único hombre que había sido capaz de mandar un mensaje optimista, de salvación. La oposición se presentó tan endeble y falta de ideas, que parecía enaltecer la figura del Comandante. Su imagen era simple: inteligente, estricto, carismático y considerado "hombre del pueblo".
Los años no hicieron otra cosa que acentuar la dependencia del pueblo de su liderazgo. Él mandaba, el pueblo acataba. Los años que siguieron, con una bonanza económica casi indescriptible, le permitieron establecerse de una manera casi indiscutible. Así lo fue durante casi 20 años. La gente se había enamorado y finalmente había delegado sus libertades y esperanzas en manos de un hombre más Maquiavélico que salvador. La Constitución había sido cambiada tantas veces que todos los años los colegios volvían a enseñarla, era una constante revisión, con cambios tan radicales como impensados.
 -La Constitución se escribió en papel para poder enmarcarla sobre la pared como el gran triunfo de la democracia sobre la opresión del colonialismo, pero la esencia debe ser dinámica para respetar los deseos del pueblo, que evoluciona año tras año y sus necesidades cambian, tanto como cambia el mundo -decía el Comandante en cada aparición pública cuando debía comunicar alguna de las tantas modificaciones a las que había sujeto a la Constitución.
Entre sus legados, había plantado como insignia de su forma de dirigir el slogan "democracia dura, leyes blandas". Su forma estricta, casi dictatorial, de manejar el pueblo, junto a la influencia en el ámbito político y apoyo de la masa dócil le dejaban una holgura para cambiar las reglas de juego según se le plazca.
Don Antonio, el único "hijo legítimo" de su gran descendencia política había estado desde joven a su lado. Gracias al cobijo del Comandante, había llegado más lejos de lo que podría haber alcanzado solo. La gente, en voz baja, discutía y dudaba sobre los dotes que podría tener. Carecía de carisma, inteligencia y su formación había siempre quedado en manos del Comandante. Sus caprichos, cual hijo único, corroían los principios bajo los cuales había crecido. Lo hacían débil, ambiguo, belicoso, todas las características que podrían poner en peligro el status quo de la sociedad.
Su asunción, tras la muerte del Comandante, había sido criticada dentro de los círculos políticos e intelectuales debido al poco mérito hecho por este. Los más radicales lo apoyaban de manera intransigente, la gente que estaba por fuera del fanatismo empezaba a ver las rajaduras de la realidad que vivían. La debacle del enamoramiento, cual relación amorosa, haría que la masa empezara a ver las deficiencias de la relación.
A través de los años, esta pareja formada por el líder y su pueblo, inundada por la costumbre, más que por el amor, empezó a resquebrajarse. Cuando dos personas ya no están dispuestas a hacer la vista gorda sobre los defectos del otro o cuando las virtudes son menos que pequeños sacrificios en pos de la retribución de lo que el otro otorga a cambio, la simbiosis pende del hilo de la acción noble de cada uno. Pero esto no era un noviazgo, era una relación enfermiza. La sociedad, harta de la violencia doméstica del sistema político buscaba un divorcio.
El tiempo y la extrema confianza en los controles impuestos sobre los dogmas, permitieron florecer en secreto los grupos que implosionaron sobre las bases de sistema. Sarcásticamente, Don Antonio nunca había aprendido de la obvia observación. Recordaba cuando su mascota le robaba la comida o hurgaba en la basura.
 -Es inentendible -decía él, plasmado-. Cada vez que le reto, me da esa mirada de "no lo haré nunca más", pero al instante siguiente intenta robarme la comida nuevamente.
El pueblo era igual, pero a diferencia del Comandante, él nunca lo habría visto. El veneno fluía por las alcantarillas de la ciudad y la gente lo bebía con ansía. El agua mineral con la que se deleitaba, lo alejaba de la realidad que sufría el vulgo.
Con los codos apoyados sobre el escritorio, recordaba con la mirada perdida la debacle de su imperio. El humo que entraba por la ventana le daba la pauta de cuan fuera de sus manos estaba la situación. El fuego que rodeaba a la masa le daba un aspecto circense, como si toda la gente estuviera a punto de dar el salto a través del aro en busca de la proeza. Plaza de Mayo era una mezcla de colores raro, casi como un lienzo de Pollock que se movía al ritmo de los bombos.
Fueron años de malaria, baja productividad, pocas noticias buenas y muchas malas. Los países del exterior no lo veían con tan buenos ojos, ergo, le soltaban la mano. La gente sentía la opresión y pensaba con el estómago. Los liberales se despertaron de una siesta de más de 25 años, con un sabor rancio en el paladar, necesitaban un cambio. Lo que antes eran dudas de parte de sus partidarios pasaron a ser hechos..."él no es el Comandante" comentaban en las reuniones. Las empresas que se veían beneficiadas por sus arbitrarias venias, preferían apoyar a los grupos que algún día le adeudarían su salvación.
La soga estaba tensada y mientras se deshilachaba, Don Antonio pedía más fuerza. El sacrificio que colmó el vaso fue el intento de controlar los grupos políticos a través de organizaciones aprobadas por el Consejo de peones a disposición de él mismo. Era el último manotazo de ahogado. Era el último esfuerzo, ya casi con toda su humanidad bajo el agua, sin aire en los pulmones, con la esperanza de que una gentil mano, por encima del nivel del mar, lo tomara de un tirón. No ocurrió. Se hundió pegando sus coletazos finales, sin fuerza, a medida que veía que el agua se tornaba turbia en su descenso hacia el fondo.
En sus últimos momentos volvió a rememorar los viejos tiempos a través de las notas que el Comandante había dejado. Uno de los pocos libros que había leído, a medias. Abrió al azar la carpeta rechoncha, entre hojas que se escapaban con las puntas retorcidas y otras que se asomaban de forma oblicua de alguna manera pispeando al personaje que las había liberado de una reclusión casi perpetua. Colocó su mano como sostén de su cabeza y se inclinó sobre sobre ella. Lentamente leyó otra de las enseñanzas del Comandante:
"La hierba se puede arrancar, pero al soltarla vuela y se esparce nuevamente sobre la planicie, probablemente germinando en lugares más remotos, colándose entre los pastizales que lindan con otros horizontes. Las ideas pueden arrancarse, pero mientras más se batallan más se diseminan, encontrando terrenos más fértiles y espacios donde habitar sin el peligro de ser desterradas.
Donde antes habitaban sendos prados, hoy en día, se encuentran kilómetros de asfalto. Aun así, en cada lugar recóndito, donde se hallen los condimentos necesarios para la fecundación, las ideas, como el pasto, crecerán de a pequeños racimos hasta formar forrajes que enmascaren el pavimento.
Por ende, el que arranque los pastizales deberá a diario recorrer las praderas, exiliando la hierba rebelde que crezca antes de que se reproduzca, paradójicamente como el mito de Sísifo, condenado para toda su vida a empujar su propia roca montaña arriba, hasta el fin de los días.
Pero si las ideas se luchan con fuego, la tierra se convierte en árida y ésta no conserva más ideas. Es por esto que la naturaleza, más sabia que cualquier ente que camine por la tierra, creó la simbiosis. Sin las ideas, la mente no es más que un terreno desértico y muerto. Para exterminar la maleza, se debe destruir la simbiosis, ergo, se destruye la vida y el hombre no tiene el poder para detener el pensamiento por completo sino con la muerte. 
Cuando todo se marchita, se ganó la batalla, pero a costa de la muerte de todos los ideales. Sin ideas, se han destruido todas las raíces que nutrían el suelo, que pierde por orden natural, su riqueza.
El que mata las ideas, o mata la vida o muere en su propio juego. Y recuerda que solo puedes hacerlo mientras nadie te arranque del suelo antes".
Don Antonio recordó entonces la frase del Comandante cada vez que se dirigía a dar un discurso:
"Que bello día para podar el jardín".

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