LIMBO

El universo definido por el espacio dentro de la semiesfera formada por un línea horizontal de corte transversal a la altura de los ojos de una persona y el arco que forma la cabeza respecto de la misma, junto al rectángulo que se forma si trazamos una raya vertical sobre su perfil en el punto más elevado, con su altura dada por el radio de la semiesfera, donde la base del mismo es la trayectoria desde esa línea hasta la paralela que dibujan las hojas del libro. Este es el lugar donde lo tangible (nuestra mente) y lo intangible (un relato) conviven en un espacio sin reglas, donde solo el lector puede dictaminar lo que es real de lo que no y lo que está vivo de lo que está muerto. Allí es donde se hacen realidad las historias, cobran vida las palabras y donde se libran las verdaderas batallas literarias.Que comience el viaje hacia el limbo...

jueves, 9 de abril de 2015

Bautismo de Fuego

Aunque quisiera ponerme en tus zapatos
me excede fervientemente eso que tanto defendiste a ultranza.
Más allá de los celos,
admiración significaría pasar por pez ángel una piraña,
declaro a regañadientes que me hubiera gustado tener,
ese carácter forjado a martillazos
y la miel de tus labios,
que atraía a propios y extraños.
Eran épocas raras.
Un país revolucionado,
donde el hambre era mucho
y la fe llenaba el plato.
Estaban más locos que la mierda
y la vida en la granja no daba tregua.
La falta de educación y la tradición como maestra
es un elixir que cura un mal con otro peor.
"Dios está en todas partes", dijo el elegido,
ante la atenta mirada de los endebles campesinos.
Buscaban la redención,
todos se preguntaban si la vida era solo vivir
eso que vivían como vida.
A algún loco se le había ocurrido
que Jesús podía llegar a ser uno mismo.
Imagínate despertando de un día para el otro reencarnado en Cristo.
"Menos mal que me avisaste,
justo estaba por levantarme para ir a la Iglesia",
exclamó el campesino fatigado del martirio del frío en la catedral
en cada misa matinal de los domingos.
Se privaron de casi todo,
tampoco tenían mucho,
o casi nada.
¿Para qué estar mal
si podes creer que ésta vida sufrida conviene sufrirla más?
La trampa del más allá, estaba cada vez más acá.
Si no tenes, ¿crees?
A vos te pasó lo mismo:
no había un carajo para hacer
y el arado para vos era una herramienta de poco uso productivo.
Un libro en tu mano era como avistar un unicornio en los alpes suizos.
La hoz o la escopeta o el ingenio o ¿Cristo?
¿Alguna vez te dejaron elegir?
Esas circunstancias nunca
y menos en el lugar donde naciste.
Te mandaron con el rifle bajo el brazo,
hacía un frío cojudo y parecías decidido,
pero vos nunca tuviste pasta de conscripto.
Te volviste desertor,
habías decepcionado a tu patria.
Creo que entendiste, en ese momento,
que al único que le rendías pleitesía,
era al Señor Jesucristo.
No sabía si lo habías leído
o te lo habían contado,
todo ese embrollo de prohibiciones
y la extraña devoción al Espíritu Santo.
Para mi, a vos no se te había ocurrido.
Instigando al prejuicio,
me parecieron demasiado fuertes tus principios,
mi querido Pedro,
y aunque respondías también al nombre de Jesús,
sabía que te llamabas Juan o Roberto.
Dios los crea y el líder reencarnado los amontona,
con promesas que soplan como vientos huracanados.
Estabas tan certero y convencido
que nadie se dio cuenta que te faltó algún abrazo o salir un poco de giro.
Puede que un trabajo decente, un pasatiempo interesante
o haber estudiado algo, en vez de pasar el tiempo pensando tanto.
Le temías tanto a eso que te escandalizaba,
y vos sabes, que yo se,
que alguien te dijo que era malo
pero no creo que siquiera lo hayas probado.
Todos leímos el mismo libro,
vos pasaste por arriba más de un verso
pero entendiste otra forma de ser salvado,
que ni Dios hubiera predicho.
Saltaste del arca y armaste tu propio bote,
que cojones tenías,
pero siempre increpé,
que hiciste todo por las peores razones.
Con el diccionario en la mano,
no habrías confundido la palabra inmaculado con emasculado.
Así de ignorante eras,
que hablabas de la manzana como si fuera un dídimo o una teta.
Siempre se puede ir un poco más allá,
y cuando interpretas lo que dijo alguien,
de lo que dijo otro, que le contaron,
que habían leído en un texto más viejo que la injusticia,
aparece uno más literal y converso que el anterior.
Es una competencia de rectitud abominable
donde la moral queda delimitada por la línea imaginaria
entre el cielo y el infierno
mientras los humanos flotan sobre su comisura,
cegados por el fulgor
de la colisión de dos mundos,
sin saber sobre que extremo se encuentran
y sin punto de referencia,
más que el sentido de integridad impartido por alguna voz cantante.
"Sin sangre no hay remisión",
dijiste con firmeza mientras se me revolvía la tripa.
Miré alrededor y veía gente embelesada en el néctar de tus palabras,
se relamían la boca.
Para llegar al cielo había que sufrir en vida,
y si hacía falta algo,
era un séquito de personas con el anhelo
de la vida después de la muerte.
Parecía una riña en el Coliseo,
había más sangre que senos.
Más de uno hubiera querido lamerte las heridas,
pero sabían que la carne era el pecado más impuro de la tierra.
"¿Son vegetarianos?" pregunté con una risa nerviosa,
pero si era una metáfora,
sus caras indicaban que preferían seguir tus palabras
al pie de la letra.
El alma y la piel representaban el día y la noche,
y vivir el plenario de una,
significaba abandonar por completo la otra.
No había dualidad,
porque te encargabas de extirparle a tus discípulos
hasta el último resquicio de duda.
Con la tijera en una mano
y el hierro caliente en la otra
la gente bailaba al ritmo de su propia música.
Se pagaba con un dolor descomunal y un profuso sangrado
el sello que te bautizaba como un nuevo ser humano:
ese era el bautismo de fuego.
Los burros por más pijudos,
eran los más cagones,
las blancas palomas,
las más osadas.
Ellas reinaban ésta tundra,
desde su altar impoluto,
esperando tomar vuelo hacia el cielo.
Tanto furor causaste que los más ortodoxos
se sintieron intimidados.
"¿Cómo es que hace para enamorar
con el sonido de sus palabras
un pobre tipo, que no vale nada?"
inquirió el rey consternado.
Nunca te lo preguntó,
era una expresión de sarcasmo.
Te arrancó de raíz como maleza
y te abandonó en las tierras frías del exilio.
Las lluvias y el clima extremo
te hicieron crecer tanto
que tus raíces se expandieron
como ríos desbordados
hasta volver a las tierras de tus mejores natalicios
Tus súbditos te esperaban,
como la esposa de un soldado.
Veinte años no es nada,
si cuando volviste estabas más joven que antes.
Nos contaste que habían atentado contra tu vida,
cuando reinabas esa tierras colmadas de frío.
Mentira!
Pero preferimos creer tu mito.
Que caminaste como Jesús en el desierto
y habías sido concebido por la gracia
de una reina y un espíritu.
Mentira!
Pero preferimos creer tu mito.
Que te levantaste en armas,
contra el poder de los ricos.
Mentira!
Pero preferimos creer tu mito.
A ciencia cierta era todo un bagaje de mentiras,
pero en esa época ciencia había poca,
certeza era un ráfaga de viento que borneaba al antojo de los dioses
y así eramos todos más supersticiosos que la misma eucaristía.
Tu destino final fue la ciudad más importante del territorio.
Entraste triunfante y te celebraba una turba de gente,
que esperó esas dos largas décadas a que vuelvas.
Creyendo las fábulas,
el joven huérfano de madre
pero con el trono heredado
te trajo para solventar el misterio
que su madre nunca había respondido.
Ese hijo, el hijo de un impotente,
era el rey bastardo,
y así le iría en su imperio.
Que fácil te resultó triunfar,
si todos tenemos esas esperanzas
de que nuestros infortunios
sean el producto de algún milagro inesperado.
Jugabas con eso,
y eras el mejor, zorro viejo.
El zar debería haber sospechado
que su supuesto padre llevaba el rifle
solo que no podía dispararlo.
¿Que arma podrías haber utilizado,
si abandonaste todo tipo de enfrentamiento
cuando desertaste tan joven
de tu entrenamiento como soldado y semental?
El que perpetró el tiro de gracia
de su dolorosa existencia,
estaba en algún otro lado,
vivo o muerto,
ya apartado de los frutos,
de su secreta y prohibida descendencia.
¿Nunca pensaste que él vería
que no eran parecidos?
No importaba a esa altura,
porque habías vuelto,
y tus fieles no iban a dejarte varado.
Entonces me dirigí al reducto,
la casa del salvador en la tierra.
Ya habías pagado nuevamente tus osadías,
de identidades robadas y paternidades perdidas.
Cuando te acercaste vi un rostro joven,
con un frondoso e imponente cabello pardo.
Yo a tu edad ya estaba demacrado.
Pardo algunos pelos de la pierna,
las cejas más blancas que la nieve
y en la cabeza quedaba algún resquicio,
de una melena donde predominaron los rizos.
Nos dimos la mano y aunque apretaste con fuerza
esa mano no parecía haber sufrido las peripecias del arado,
o los embates del trabajo forzado de la tierra dormida.
Estaba, con todo respeto,
tomando la mano de una mujer mal rasurada.
Aún así, como líder fuiste el primero en llevar la batuta
al ritmo de las peripecias y frenesí de un dogma
que como creencia era un grito desesperante a una delusoria ética,
colmada de un nivel de fanatismo y rectitud
que le helarían la piel hasta el mismísimo Jehová.
¿Que te habían hecho de joven,
para ser tan resentido?
Resentido contra esta vida,
contra tu propio cuerpo
y contra vos mismo.
No hay mal que dure cien años,
vos viviste más y quedaste en la historia.

viernes, 16 de enero de 2015

EL DUEÑO DEL RELOJ

Un hombre cualquiera en la calle:

Un tipo camina por la calle, cualquier tipo...ponele que se llame Enrique. El nombre no importa. Es de día. Es irrelevante si es de mañana, mediodía o la hora del té. Es un día laboral normal, como cualquier otro. La ciudad muestra esa misma postal de los malones de gente, cada uno con su oficio y su historia, caminando en miles de direcciones diferentes. Él desfila por la calle, va hacia algún lado. Yo no se a donde va, pero algo está haciendo en la calle. Es un tipo común y corriente que está yendo al laburo o a comprar alguna chuchería o a hacer algún trámite. En fin, no importa a donde va, lo vital es que se encuentra en la calle.
En medio de la conmoción de ruidos de bocina, tránsito y gente hablando, una señora de unos sesenta años que denotaba presencia y con ese aire que daba a entender que estaba chapada a la antigua, se le acerca. Tenía un vestido color marfil y un saco con hombreras que le daba ese porte distinguido. Aparentaba más años de los que tenía, por esa voz de alguna manera joven que contrastaba con las arrugas en su cara y por como arrastraba los pies al caminar. Le pregunta la hora. Enseguida nota que se encuentra con gran prisa al mostrar esa cara de terror que pone la gente cuando llega tarde. No es que no le guste, sino que socialmente está mal visto, y la gente antigua es poco flexible ante estos principios. Mira el reloj, nervioso ante el apresurado pedido de la señora, y finalmente descifra la hora. Ella se aleja en cámara lenta, no puede frenar la inercia de sus pies, doblando el cuello en ángulo para poder seguir mirándole la cara al señor. Ella necesita una respuesta rápida. El señor por un momento no sabe si decirle la hora o taclearla para sacarla de ese trance en el cual se encuentra metida, que no la deja frenar por un segundo. Le dice la hora y casi sin absorber la respuesta le devuelve un gesto de agradecimiento con una fuerte sonrisa, de oreja a oreja y un "gracias". Por supuesto que su fuerte preferencia por las demostraciones de educación y modales fueron obvias al terminar la frase y volver, en milésimas de segundo, a su cara de mujer constipada. Al pensar en esto, el noble hombre, no pudo evitar sonreír levemente. Le sorprendió que la mujer se escabulló entre la muchedumbre como una serpiente que se escapa entre los pastizales, hasta que se mimetiza con el ambiente y ya no se la puede diferenciar del ecosistema. El resto de la gente parecía moverse en cámara lenta.
Camina un trecho relativamente corto, no se si llega a cruzar de calle siquiera. Se le acerca un hombre de traje. Este tipo es importante (o parece serlo). El saco y pantalón de azul oscuro brillan ante el sol como un diamante y, por algún motivo que desconoce, le resplandece en la cara y no deja que se lo vea de manera plena. Lo más notorio es la corbata. Las personas de jerarquía que usan corbatas de diseños y colores extravagantes están en una búsqueda constante de la demostración de su naturaleza de excéntricos. Son exitosos en su trabajo o en un ambiente académico y se auto proclaman el derecho (con el consentimiento de la gente insulsa) de ser catedráticos de todo lo que hacen en la vida. Son de esos que se muestran flexibles y abiertos porque usan prendas de colores desfasadas de la moda como una forma de rebelión pero viven una vida casi militar y hacen respetar su rango a rajatabla. Son productores natos de teorías sobre todo tipo de actividad que practica el hombre en base a artículos que deben leer en alguna revista o en Internet. La sociedad está en un búsqueda constante de referentes y estas pequeñas demostraciones de rebeldía son la cucharada de azúcar que da el dulzor que necesitan para tragar la vida como una infusión, y no como un remedio que te dan para la fiebre. Se creen inteligentes, abiertos y modernos, pero son rígidos, charlatanes y mersas. Le pregunta la hora. Es claro, se repite el ciclo. Está apurado, quiere llegar en tiempo, en parte para sacarse de encima lo que sea que tiene que hacer, pero también porque se cree importante, y como tal, cree que no debe dar a entender que es un tipo desprolijo. En realidad, todo lo que hace tiene que ver con su importancia. No quiere perder tiempo porque es importante y tampoco quiere parecer un tipo impuntual porque la gente importante le da importancia a toda reunión o encuentro. Si la puntualidad no fuera una tarjeta de presentación tan destacada, entonces no estaría en una batalla campal contra el tiempo, y para peor, perdiendo por goleada. En este caso, la pregunta no es "¿Qué hora es?", sino "¿Cuánto falta para...?", lo cual por alguna razón que no pretendo suponer ni entender (aunque parece algo obvia), le molesta a nuestro querido portador de la hora. Con un poco de perspicacia y mala intención mira el reloj y le dice que es mucho más tarde de lo que en realidad es. El hombre trajeado se pone pálido y no le alcanzan las palabras ni las piernas para agradecer y correr a su destino. Queda cautivado al sentir que tiene alguna suerte de poder sobre los demás. Se queda tieso con esa sonrisa pícara, pensando en lo acontecido, con sus ojos perdidos en el horizonte. El señor importante ya se perdió en la selva y al fijar nuevamente sus ojos en la muchedumbre puede observar el fulgor, como la estela de un avión a chorro, de ese traje resplandeciente, como producto de la brecha de los tiempos que se encuentran habitando cada uno de ellos; uno acelerado, y otro, en comparación, insufriblemente ralentizado. El pasado se mezcla con el presente en esa huella brillante que se desvanece lentamente a medida que otras dejan su marca. Es algo continuo. Mientras se esfuma el antiguo pasado como un tendal de humo que se pierde en el firmamento, otro más cercano deja su rastro, con el presente liderando ese trayecto interminable. Finalmente, en un momento se extingue y pasa a ser historia antigua. El tiempo sigue transcurriendo y él sigue sumergido en ese esplendor.
Se despierta como de un sueño profundo, le toma varios segundos reconocer lo que ocurre a su alrededor. Parece un recién nacido cuando abre por primera vez los ojos y ve el mundo. Tiene una sensación extraña sobre todo lo que lo rodea. Pasan unos segundos más. Comienza a dar algunos pasos. A medida que avanza se le aclara la cabeza, reconoce el entorno y lentamente recupera el sentido. Una mirada le atraviesa el cuerpo. Esa sensación extraña de sentirse observado. Inmóvil estaba una persona de esas que ahora se les llaman "desposeídas", gracias al lirismo social moderno. Este término, en algún punto, le otorga un manto de piedad a su condición. Hay algo en la formalidad de la palabra que aleja a la persona de la vida de mierda que tiene y lo transporta a un mundo científico y conceptual, donde todos somos similares, somos ideas o teorías (como cuando un catedrático habla del agente económico o del votante mediano). Estos tipos no cagan, no sienten, no viven, solo son ladrillos que encajan en construcciones teóricas. Se acerca para saber cuanto falta para que el pequeño antro que suele regalarle su plato de comida diario abra. Para la sorpresa de este personaje, falta más de lo esperado. Enrique se queda estancado en la mirada del desposeído, el cual le devuelve el favor. Pudo haber sido un segundo, varios minutos o un eón. La mirada del hombre estaba tiesa, pero la quietud es el peor de los movimientos. El ojo lee esas pequeñas incongruencias, como espasmos infinitesimales, pequeños cortocircuitos entre el verdadero reposo y la incapacidad de manifestar el sincronismo que se desencadena entre el cerebro y los músculos. El hombre tenía paralizada la cara, pero en las arrugas de la comisura de sus labios y ojos, como también en el ceño y sus pómulos, había un temblequeo, una abstinencia. La cabeza tiene sus formas perversas de hacerse notar, de mostrar su opinión, aun cuando el cuerpo crea haber perdido la batalla. Cuando ya pusiste tantas caras de lástima o de tristeza, los músculos se vuelven tiesos. Pierden la sensibilidad como si el dolor fuera su heroína. Los músculos se vuelven adictos al sufrimiento y cada dosis tiene que ser mayor para quebrantar la inexpresión ¿Habrá alguien que haya reído tanto que no pueda sonreír? Nadie lo creería posible, pero bajarte los calzones para cualquiera o vivir de la voluntad de lo poco que te quieran dar los demás te talla con gubia tatuajes en forma de arrugas, que funcionan como canaletas para decantar las últimas lágrimas que tengas para dar hasta que se seque el río. Después lo único que se junta es tierra. Peor que un rostro húmedo del sollozo, es una superficie árida como el desierto. Una lágrima es un oasis y la demencia te lleva a rogar que se precipite tu tristeza. Finalmente el hombre humilde alejó la mirada para voltearse de espalda y atinó a retomar el rumbo hacia la puerta del negocio. Su caminar era idéntico al de un astronauta: lento, infinito y pesado, donde cada paso parece un salto interminable hacia el abismo. Su andar era tortuoso para la vista. Su cadencia tan ralentizada creaba, en perspectiva, estelas de personas que atravesaban la calle como dagas, frutos de la osadía circense de algún lanzador de cuchillos, en tanto que él y el modesto hombre competían por no ser desgarrados por esas miles de filosas hojas que volaban por la acera. Tuvo vértigo, estaba antes flujos de tiempo tan disimiles que no podía determinar si alguien cansado de esta película, le había dado fast forward para saltar a alguna escena más interesante.
"Caminar es la solución", es la frase que nadie dijo y que nunca quedó posterizada. "Eso sería un consejo médico", contestaría sin atino algún tradicionalista de la poesía. Caminó. En cuanto abrió los ojos, tras un corto trecho a ciegas, se había desconectado de esa máquina que hacía que la gente se mueva a destiempo. Se le acercó otra persona, y otra más y otra más y parecía que mientras más cuadras caminaba más gente lo retaba a no perder el control de la poca paciencia que le quedaba. Tener el control del tiempo estaba transformando su entorno en  una combinación caótica de gente que caminaba a destiempo, algunos impredeciblemente rápido como gacelas en la sabana africana siendo perseguidas por depredadores, otros como en una carrera de mimos. Se sentía nauseabundo, vertiginoso, parecía estar bajo el efecto psicotrópico de alguna droga. Hizo lo lógico, se arrancó el reloj de la muñeca como si fuera un maleficio del cual se iba a deshacer de una buena vez por todas. Se lo metió en el bolsillo violentamente, reventando un par de puntos de la costura del pantalón. Había pensado en tirarlo, pero era caro y no valía la pena la calentura. Además, a quien no le gusta tener, aunque sea por un segundo, el control del tiempo. Obviamente no es algo de lo que quieras deshacerte tan fácilmente, por más don o condena.

Confesión de un Dios Primordial:

Los dioses tienen el poder de concebir universos toda vez que estén dispuestos a entregar su fuerza vital a cambio de su creación. La arcilla de la cual se moldean las formas no es más que el néctar primario que surge de ellos mismos. Para dar origen a la vida, deben dar sus vidas primero. La vida origina vida. No se crea a imagen y semejanza. El ser humano es un conjunto de desprendimientos de la voluntad suprema. Si el mundo logra perpetuarse, cada dios perdura inmiscuido en su creación. Si colapsa, la energía vuelve a su amo y reconstruye su entidad. Como su fin es dar vida, el dios que muere como tal lo hace para vivir eternamente imbuido en la gracia de su misión. La existencia de un dios integral, es la prisión de la energía vital concentrada en un solo recipiente. Si solo al soltarla puede crear vida, el hombre no podrá bajo ningún concepto conocer a su progenitor. Todo intento de percibirlo o conquistarlo sería imposible. Unos u otros no pueden convivir en el mismo tiempo y espacio.
Mi regalo, el tiempo, el cual yo mismo personifico en su esencia tan primordial y misteriosa, se encuentra conviviendo en cada persona en una red de filamentos que se interconectan entre todos los seres vivos. Todo humano que se jacte de todopoderoso debe saber que cuando se tiran de los hilos, verá que no solo los demás viven de su tiempo. Al final del ovillo se encuentra uno. Contradictorio como parezca, mi regalo, es una ofrenda suprema, que no entiende ni del bien o del mal. Solos los que se encuentran por debajo de este nivel de entendimiento sufrirán a manos de los demás y las propias los embates del tiempo. Por esta misma razón, con la virtud de la ignorancia como estandarte, los seres pueden existir con la tranquilidad de no verse obligados o tentados de controlar lo incontrolable.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

MIEDO

Miedo a sentir,
sentir mucho o demasiado poco,
porque la sensibilidad es el zarpazo a las entrañas
que te deja tirado y desvalido
a la merced de algún carroñero
mientras la carencia te transforma en una hoja que transporta el viento
incapaz de determinar su rumbo.
Si no hay percepción, no hay indicio, no hay brújula,
por lo tanto no hay camino.
Sin sentido,
¿En que dirección irían las agujas del reloj?
¿O qué definición tendrían las palabras?
Miedo a ser razonable,
porque entre razonable y boludo,
pareciera que hay un abismo,
pero a falta de fuerza gravitatoria,
solo hace falta un empujón para terminar del lado opuesto.
El raciocinio es un cáliz prohibido
que separa al animal del hombre
pero no a un ser humano, de un hombre animal.
Es común perder ante su invasión,
donde todo se avasalla.
Lo que se racionaliza, no triunfa en combate,
es un voto en democracia
y si se raciona, se comparte, no se conquista,
y por ende no tendrá dueño,
pero sufrirá alguna que otra tiranía de reyes mortales.
Miedo a amar,
porque el que ama queda expuesto
y esa vitrina es de un cristal frágil.
El tiempo pasa, la carne se vuelve vidrio,
las visceras se vitrifican,
y el cuerpo rechina con cada bombeo del corazón.
Es una lucha donde solo triunfa la muerte,
de la quietud de un cuerpo vidriado
o de su explosión en mil pedazos.
Es esta razón la que justifica el éxtasis de la batalla,
y si el miedo es a morir amando,
se debe caer, peleando no en vano.
Miedo al cambio,
porque desde pequeño te enseñan
que la incertidumbre es un perro rabioso
y para no enfermarse,
hay que mantenerlo encerrado.
Nunca notamos que terminamos siendo parte de ese puto espacio negativo,
que determina donde comienza y termina lo que quedó enjaulado.
Cuando uno no puede cambiar, muere,
y es una ley de la naturaleza
porque la tierra sigue su movimiento
y hay que aferrarse con fuerza.
Mientras tanto algunos prefieren mantenerse devotos a Heráclito,
peleándose día a día con la rutina,
sin pausa ni descanso, hasta que estás cansado.
Y cuando no podés hacer otra brazada
necesitas una mano que te cruce al otro lado del río
pero si sacas la mano del agua,
el escorpión te termina picando como al sapo.
A veces todo este miedo,
es el miedo a la vida,
que nunca es tuya,
porque te enseñan que hay un ente que la domina
y cuando es tarde para recuperarla
le pegás un cachetazo pra revivirla
y la vida pasa a ser mujer golpeada que todos miran con lástima.
Esa violencia de género es contra uno mismo,
entonces cuando te miran con esa piedad de mierda,
o con el odio de todas sus almas
agachas la cabeza y te das cuenta que tuviste miedo.
Estabas aterrado de cortar con esas malditas costumbres,
que eran las que en realidad te estaban maltratando.
Ante la atenta mirada de todos, la vida pasa.
Ellos no te pegan, solamente te clavan en la estaca.
Si esperas a morirte ahí, suspiran que eras uno más
si logras escapar, algo habrás hecho mal
y más de uno te querrá volver a colgar.
Lo más importante saber es que
si los dejas que te avancen van a decidir tu destino,
como en una reunión de directorio o de consorcio.
El miedo a vivir es,
en tanto uno le dé entidad,
un fantasma que todos alimentamos como un perro desahuciado
y que cada mañana se para frente a nuestra puerta para comer.



lunes, 14 de julio de 2014

SONRISA RADIANTE

Fue por un segundo,
que mirando tu cintura
me remonté por tu espalda
hasta el espesor de tu pelo,
que volaba entre un juego de claroscuros,
desde el castaño brillante ante la luz del sol
hasta el reflejo cegador de los destellos de la luna.
Por un instante subí a la cima
y se translució tu sonrisa.
Empapada por un campo de flores
rosas, jazmines y alelíes,
rojas, azules y violetas,
y el celeste de tus ojos.
Más que esperanza, son ilusión.
Caiga el sol o muera la luna,
Nazca la luz o brille la noche,
No dejes de sonreír,
si quieres que el mundo siga con vida.

jueves, 6 de marzo de 2014

LAS IDEAS SON COMO LA HIERBA

 -Siempre recordé, casi como si hubiera ocurrido ayer, una de las enseñanzas más importantes que me fueron impartidas durante mi vida -dijo el Comandante tomando por sorpresa a Don Antonio, quien miraba desde el balcón de la Casa Rosada como el viento azotaba la copa de los árboles en la Plaza de Mayo -. ¿Sabés cuál es?
 -Mmmm...sospecho que no señor, podría pasar días contando las enseñanzas que me impartió durante los años -expresó con una mezcla de confusión e indiferencia.
El Comandante, sabio como pocos, había sido más que un profesor para él, casi un padre. Por ende, no podía evitar sentir sus lecciones como los interminables y exhaustivos sermones que solían darle sus padres durante su juventud.
 -La resistencia de los materiales -dijo de manera seca escudriñando el horizonte de la gran ciudad-. La resistencia de un elemento, depende de la capacidad para resistir las fuerzas que se le apliquen - expresó buscando la atención de Don Antonio-. Todos los materiales pueden deformarse y moldearse, pero mientras más fuerza se le ejerce más se deterioran. Esto es tan cierto para la física, como para la gente. La voluntad del pueblo puede forjarse aun más que el material más resistente que exista sobre el planeta, pero existe un limite. El que le da forma a la masa debe tener esto en cuenta. La gran diferencia es que si uno ejerce de manera exitosa su poder, obtendrá cada vez elementos más fáciles de moldear y más resistentes a los embates de las medidas tomadas.
Su formación era vasta, no solo en el campo de la ingeniería, sino también en la abogacía y poseía conocimientos de casi todos los campos dadas las extensas horas a las que dedicaba su vida a la lectura. Era un hombre inteligente, experimentado y sobre todo muy bien formado. Eso le daba, de forma casi innegable, un aura de engrandecimiento que se observaba en la forma de llevar su liderazgo con tanta elegancia y la admiración que generaba. A Don Antonio eso le molestaba levemente, siendo el aprendiz sabía que nunca llegaría a poseer tales dotes.
Su desempeño como Prefecto General había sido como mínimo, destacado. La investidura generaba un respeto indiscutible. La escuela naval le había otorgado el nivel de acatamiento que no le hubiera dado ningún título de nobleza o cualquier demostración de inteligencia. Los intelectuales no eran lo suficientemente respetados como para llevar a cabo acciones que requerirían el sacrificio del pueblo, y él, más que nadie, lo sabía.
Durante los años de la hiperinflación la democracia había sido minada de tal manera por los embates de las crisis económicas que la gente estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de evadir la pobreza y el hambre. Los más necesitados y las nuevas camadas de gente que quedaba marginada de la sociedad, junto a las generaciones que apenas habían conocido un sistema democrático eran un caldo de cultivo para un hombre dispuesto a tomar el poder. Así fue de cierto, que resultó relativamente fácil para el Comandante ascender hacia la presidencia. Él era el único hombre que había sido capaz de mandar un mensaje optimista, de salvación. La oposición se presentó tan endeble y falta de ideas, que parecía enaltecer la figura del Comandante. Su imagen era simple: inteligente, estricto, carismático y considerado "hombre del pueblo".
Los años no hicieron otra cosa que acentuar la dependencia del pueblo de su liderazgo. Él mandaba, el pueblo acataba. Los años que siguieron, con una bonanza económica casi indescriptible, le permitieron establecerse de una manera casi indiscutible. Así lo fue durante casi 20 años. La gente se había enamorado y finalmente había delegado sus libertades y esperanzas en manos de un hombre más Maquiavélico que salvador. La Constitución había sido cambiada tantas veces que todos los años los colegios volvían a enseñarla, era una constante revisión, con cambios tan radicales como impensados.
 -La Constitución se escribió en papel para poder enmarcarla sobre la pared como el gran triunfo de la democracia sobre la opresión del colonialismo, pero la esencia debe ser dinámica para respetar los deseos del pueblo, que evoluciona año tras año y sus necesidades cambian, tanto como cambia el mundo -decía el Comandante en cada aparición pública cuando debía comunicar alguna de las tantas modificaciones a las que había sujeto a la Constitución.
Entre sus legados, había plantado como insignia de su forma de dirigir el slogan "democracia dura, leyes blandas". Su forma estricta, casi dictatorial, de manejar el pueblo, junto a la influencia en el ámbito político y apoyo de la masa dócil le dejaban una holgura para cambiar las reglas de juego según se le plazca.
Don Antonio, el único "hijo legítimo" de su gran descendencia política había estado desde joven a su lado. Gracias al cobijo del Comandante, había llegado más lejos de lo que podría haber alcanzado solo. La gente, en voz baja, discutía y dudaba sobre los dotes que podría tener. Carecía de carisma, inteligencia y su formación había siempre quedado en manos del Comandante. Sus caprichos, cual hijo único, corroían los principios bajo los cuales había crecido. Lo hacían débil, ambiguo, belicoso, todas las características que podrían poner en peligro el status quo de la sociedad.
Su asunción, tras la muerte del Comandante, había sido criticada dentro de los círculos políticos e intelectuales debido al poco mérito hecho por este. Los más radicales lo apoyaban de manera intransigente, la gente que estaba por fuera del fanatismo empezaba a ver las rajaduras de la realidad que vivían. La debacle del enamoramiento, cual relación amorosa, haría que la masa empezara a ver las deficiencias de la relación.
A través de los años, esta pareja formada por el líder y su pueblo, inundada por la costumbre, más que por el amor, empezó a resquebrajarse. Cuando dos personas ya no están dispuestas a hacer la vista gorda sobre los defectos del otro o cuando las virtudes son menos que pequeños sacrificios en pos de la retribución de lo que el otro otorga a cambio, la simbiosis pende del hilo de la acción noble de cada uno. Pero esto no era un noviazgo, era una relación enfermiza. La sociedad, harta de la violencia doméstica del sistema político buscaba un divorcio.
El tiempo y la extrema confianza en los controles impuestos sobre los dogmas, permitieron florecer en secreto los grupos que implosionaron sobre las bases de sistema. Sarcásticamente, Don Antonio nunca había aprendido de la obvia observación. Recordaba cuando su mascota le robaba la comida o hurgaba en la basura.
 -Es inentendible -decía él, plasmado-. Cada vez que le reto, me da esa mirada de "no lo haré nunca más", pero al instante siguiente intenta robarme la comida nuevamente.
El pueblo era igual, pero a diferencia del Comandante, él nunca lo habría visto. El veneno fluía por las alcantarillas de la ciudad y la gente lo bebía con ansía. El agua mineral con la que se deleitaba, lo alejaba de la realidad que sufría el vulgo.
Con los codos apoyados sobre el escritorio, recordaba con la mirada perdida la debacle de su imperio. El humo que entraba por la ventana le daba la pauta de cuan fuera de sus manos estaba la situación. El fuego que rodeaba a la masa le daba un aspecto circense, como si toda la gente estuviera a punto de dar el salto a través del aro en busca de la proeza. Plaza de Mayo era una mezcla de colores raro, casi como un lienzo de Pollock que se movía al ritmo de los bombos.
Fueron años de malaria, baja productividad, pocas noticias buenas y muchas malas. Los países del exterior no lo veían con tan buenos ojos, ergo, le soltaban la mano. La gente sentía la opresión y pensaba con el estómago. Los liberales se despertaron de una siesta de más de 25 años, con un sabor rancio en el paladar, necesitaban un cambio. Lo que antes eran dudas de parte de sus partidarios pasaron a ser hechos..."él no es el Comandante" comentaban en las reuniones. Las empresas que se veían beneficiadas por sus arbitrarias venias, preferían apoyar a los grupos que algún día le adeudarían su salvación.
La soga estaba tensada y mientras se deshilachaba, Don Antonio pedía más fuerza. El sacrificio que colmó el vaso fue el intento de controlar los grupos políticos a través de organizaciones aprobadas por el Consejo de peones a disposición de él mismo. Era el último manotazo de ahogado. Era el último esfuerzo, ya casi con toda su humanidad bajo el agua, sin aire en los pulmones, con la esperanza de que una gentil mano, por encima del nivel del mar, lo tomara de un tirón. No ocurrió. Se hundió pegando sus coletazos finales, sin fuerza, a medida que veía que el agua se tornaba turbia en su descenso hacia el fondo.
En sus últimos momentos volvió a rememorar los viejos tiempos a través de las notas que el Comandante había dejado. Uno de los pocos libros que había leído, a medias. Abrió al azar la carpeta rechoncha, entre hojas que se escapaban con las puntas retorcidas y otras que se asomaban de forma oblicua de alguna manera pispeando al personaje que las había liberado de una reclusión casi perpetua. Colocó su mano como sostén de su cabeza y se inclinó sobre sobre ella. Lentamente leyó otra de las enseñanzas del Comandante:
"La hierba se puede arrancar, pero al soltarla vuela y se esparce nuevamente sobre la planicie, probablemente germinando en lugares más remotos, colándose entre los pastizales que lindan con otros horizontes. Las ideas pueden arrancarse, pero mientras más se batallan más se diseminan, encontrando terrenos más fértiles y espacios donde habitar sin el peligro de ser desterradas.
Donde antes habitaban sendos prados, hoy en día, se encuentran kilómetros de asfalto. Aun así, en cada lugar recóndito, donde se hallen los condimentos necesarios para la fecundación, las ideas, como el pasto, crecerán de a pequeños racimos hasta formar forrajes que enmascaren el pavimento.
Por ende, el que arranque los pastizales deberá a diario recorrer las praderas, exiliando la hierba rebelde que crezca antes de que se reproduzca, paradójicamente como el mito de Sísifo, condenado para toda su vida a empujar su propia roca montaña arriba, hasta el fin de los días.
Pero si las ideas se luchan con fuego, la tierra se convierte en árida y ésta no conserva más ideas. Es por esto que la naturaleza, más sabia que cualquier ente que camine por la tierra, creó la simbiosis. Sin las ideas, la mente no es más que un terreno desértico y muerto. Para exterminar la maleza, se debe destruir la simbiosis, ergo, se destruye la vida y el hombre no tiene el poder para detener el pensamiento por completo sino con la muerte. 
Cuando todo se marchita, se ganó la batalla, pero a costa de la muerte de todos los ideales. Sin ideas, se han destruido todas las raíces que nutrían el suelo, que pierde por orden natural, su riqueza.
El que mata las ideas, o mata la vida o muere en su propio juego. Y recuerda que solo puedes hacerlo mientras nadie te arranque del suelo antes".
Don Antonio recordó entonces la frase del Comandante cada vez que se dirigía a dar un discurso:
"Que bello día para podar el jardín".

miércoles, 5 de marzo de 2014

EN LA VIDA

En la vida se pierde más de lo que se gana,
no es un principio, es un hecho
y el que sabe caminar ese trecho
le saca una cabeza a Kafka.
Es el inflexible destino de mierda
o la más puta de las probabilidades.
Algunos creen en sus propias habilidades
o le echan la culpa a la fortuna incierta.
Ahora se reciben todos de estadistas
y me da por los huevos esta nueva secta
de la gente que se maneja de manera correcta,
y donde el ateo sabe más que el sacerdote de misas.
Todos quieren llegar primero a la meta
pero esta mal vista esa competencia
entonces todos caminan rápido y sin paciencia
en una lucha silenciosa que no nos sienta.
La ideología del éxito te la meten como supositorio
y cuando hay que ganar por ganar,
se termina perdiendo por perder
y aceptarlo no es necesario, solo obligatorio.
Camina tranquilo, levantando polvareda y pateando cada piedra
que los especuladores limpien el camino
porque los que no entienden de lo que se trata todo esto odian el paso cansino,
mientras que intentan cortar camino trepando la hiedra.
Nacemos tan diferentes que impresiona lo parecidos que somos.
Al fin y al cabo te educan igual
y, como en la naturaleza, heredás ese gen esencial.
En la vida, lo superficial ocupa los más extensos tomos.
Tirá abajo esa puerta
y hace leña de ese árbol caído
quien sabe si está todo ganado o perdido.
La ciencia, a veces, no es cierta.
Te apagan la llama que vos mismo prendiste
porque no es lo suficientemente fuerte para iluminar sus caminos
pero si quieren ver, que usen sus instintos
y no te roben la perspectiva que vos mismo hiciste.
Gritale "puta" a la vida
y si no contesta nada,
es porque está dominada
y entendió que está vendida.
No tengas miedo de que se te adelante
vos le decís donde es la meta,
lo demás no existe, ni Dios.
Pero eso sería ponerse demasiado existencialista,
y a la vida y a Kafka,
ya le sacamos una cabeza.

JUGANDO A ESCRIBIR

La literatura es un gran patio donde los escritores salen a jugar. Cuando se abre esa puerta que los libera, corretean sin barreras, sin restricciones, sobre la extensión de una hoja de papel, llenándolo de pequeñas pisadas que dan vida a las palabras, como las diminutas células que forman nuestro cuerpo. Aquí hay solo emociones, risas, pero también llantos. Allí florecen los ideales, las perspectivas, la estética, el amor, el odio, los antagonismos, los sinónimos...se crean y destruyen mundos dando forma al universo literario. De este empalagoso néctar es del que se nutre la escritura.
Desde lejos, los adultos miran desde la ventana añorando las épocas donde ellos hacían lo mismo, intercambiando miradas con los demás, casi como buscando esas memorias dentro de la mente de los otros, mientras hay quienes intentan jugarlo nuevamente. La mirada atónita de otros niños, que se mantienen alejados, contrasta con el jolgorio que causan los que juegan. Por detrás se escucha el murmullo de los que miran con escepticismo, críticas, sin entender y con el ceño fruncido.
Allí se congrega el pasado, presente, y futuro, donde unos admiran, otros disfrutan, muchos miran, algunos critican y los osados juegan.
Los que admiran y disfrutan, ven sus recuerdos, de lo que fue, de lo que podría haber sido o de lo que nunca fue. Los escépticos y críticos, se ven desplazados, no entienden, se sienten sobrepasados. Los que juegan, son los que tienen la pluma en la mano y ha medida que corren sin rumbo alguno, garabateando con sus brazos el aire, dejan la estela de tinta que plasma lo que brota de su corazón y mente. Estas personas son las que inocentemente pintan las bóvedas de las catedrales que se erigen en nombre del arte, pero nunca olvidan que "escribir es como jugar". Allí no hay juicios de valor, solo radican la desfachatez, la inocencia y las emociones.
Juguemos a escribir...

martes, 4 de marzo de 2014

TORTURA CHINA

Resguardados bajo el techo de la galería de una catedral
la lluvia parece menos ofensiva.
Las gotas golpean suavemente las cabezas de los apostados a la espera
pero como el veneno más potente,
cualquier dosis puede ser letal.
A través de las rajaduras del yeso
las más rebeldes parecen pequeñas dagas,
atravesando el cuerpo virginal de los cimientos.
El frío del viento
las transforma en duras estalactitas,
que queman como lava ardiente sobre la humanidad de estos desposeídos.
El incesante repiqueteo hace un eco
que se magnifica como golpes de martillo
contrastando con el concierto del sonido uniforme de la precipitación
soltando notas,
una tras otra,
al rozar la superficie.
Con determinación,
la primer persona se echa a la carrera
ya despojada de cualquier esperanza
para enfrentar a un ejercito de millones de soldados.
Esta es la historia de la gente,
que prefiere morir peleando,
sobre las personas que esperan,
hasta que la espera los mata.
Esta es la peor tortura china.

lunes, 3 de marzo de 2014

HIPPIE

Yo quiero ser hippie,
para mostrar que soy algo,
pero la vaca pasta todos los días
y eso no significa que su carne sirva
para hacer un buen asado.
El de espíritu despojado
lo es por sus acciones
no tanto por lo que habla,
la peor de las tentaciones.

domingo, 2 de marzo de 2014

VIVE

Vive bien,
vive mal,
vive por algo
o vive en vano.
Si quieres viajar liviano,
tienes que saber que el recuerdo,
es lo más pesado.
No vives del futuro,
menos aún del pasado.
Solo eres el momento,
en el que estás parado.
El que mira el pasado juzga,
el que mira el futuro miente
pero el presente es el único momento
que no da lugar a dudas.
Si eres tu pasado, vives de lo que fuiste.
Si eres tu futuro, vives de lo que nunca serás
y no hay peor hipocresía
que no estar presente.